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Foto: Cortesía |
Un tigre no proclama su trigritud: salta.
Wole Soyinka
Nombrarse constituye uno de los mayores problemas en la construcción de un imaginario étnico en contextos en los que la adscripción a un determinado grupo no obedece solamente a la invención que sus miembros se provean, acudiendo a su historia, tradiciones y elementos identitarios; sino además a la caracterización que de este pretenda realizar el Estado, oficiando de agente ordenar de los asuntos sociales, políticos y económicos de envergadura en el territorio que busca articular bajo el sustrato de lo nacional.
En el caso de las y los afrodescendientes en Colombia, el asunto de nombrarse con propiedad ha transitado por meandros categoriales que han ocupado, a desgano, por mucho tiempo al mundo académico sin que logre todavía afinar conceptualmente el asunto; al punto en que buena parte de las y los investigadores han optado por informar a sus financistas y lectores de la razón por la que aparece entre comillas, se nombra como la gente nombra, se opta por eludir un uso histórico, se defiende tal uso histórico, se reconoce la novedad de etnónimos hechos propios o se los rechaza por parecer exóticos.
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